Si los lectores de este libro tiene a bien aceptar del propio autor las credenciales para visitar los diferentes lugares que constituyen el tema de sus recuerdos, quizá los vean con la imaginación de forma más agradable y con una idea más clara de lo que deben esperar.
Se han escrito muchos libros sobre Italia, que aportan múltiples medios de estudiar la historia de esa país tan interesante y las innumerables asociaciones con él relacionadas. Yo hago en éste escasas alusiones a ese caudal informativo, ya que no considero en modo alguno consecuencia necesaria de haber tenido que recurrir a ese arsenal en beneficio propio el que haya de reproducir ante los ojos de mis lectores su contenido, fácilmente asequible.
Tampoco hallaréis en estas páginas análisis profundos sobre el gobierno o desgobierno de ninguna región del país. Todo el que visite esa hermosa tierra tendrá sin duda convicciones propias sobre el tema. Pues así como decidí yo cuando residía allí, como extranjero, abstenerme de analizar esas cuestiones con toda clase de italianos, así también preferiría no entrar en el tema ahora.
Resultado de casi un año de viaje por Italia en 1844, las Estampas de Italia (1846) de Dickens no pretenden ser -como muchos otros libros de viajes de la época- una amalgama de historia y notas topográficas, sino un vibrante fresco de los lugares visitados. Agudísimo observador, Dickens se siente atraído por la desolación de los pueblos y ciudades, la vida callejera llena de colores y olores, y los signos, visibles en todas partes a través de las ruinas y la degradación, de un rico pasado.
Dickens describe con una prosa no exenta de pinceladas humorísticas las ceremonias de Semana Santa en Roma, o las fiestas en honor de un santo local. Crítico con todo lo que se le antoja falsa piedad y culto a las apariencias, no oculta sin embargo su fascinación por la expresividad y la bulliciosa vida italianas, pues "cada fragmento de sus templos caídos y cada piedra de sus palacios desiertos" hace al mundo mejor.
Dickens describe con una prosa no exenta de pinceladas humorísticas las ceremonias de Semana Santa en Roma, o las fiestas en honor de un santo local. Crítico con todo lo que se le antoja falsa piedad y culto a las apariencias, no oculta sin embargo su fascinación por la expresividad y la bulliciosa vida italianas, pues "cada fragmento de sus templos caídos y cada piedra de sus palacios desiertos" hace al mundo mejor.
Se acerca la Semana Santa, tiempo de viajar, y en la Biblioteca del Campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid hemos pensado en exponer nuestros fondos sobre uno de los destinos turísticos más atractivos para la primavera: Italia. Hemos hecho una exposición bibliográfica con una selección de fondos que incluye guías de viaje (Toscana, Roma, Milán...), literatura italiana traducida al español (Italo Calvino, Cesare Pavese), literatura italiana en versión original (Alberto Moravia, Giovanni Verga...), libros de aprendizaje de italiano, guías rápidas de conversación, películas italianas (La dolce vita, Cinco amigas), libros sobre el cine italiano, sobre la gastronomía italiana, vinos de Italia... y libros de viajes, como el que reseñamos hoy, entre los que se encuentran, por ejemplo, Venecias de Paul Morand y Roma de Nikolai Gogol.
¡Buen viaje!