El pasado 12 de enero murió
Ángel González, poeta. Y nosotros teníamos en la Biblioteca de Colmenarejo preparada una pequeña exposición de libros de poesía, en plena época de preparación de exámenes. ¿Por qué poesía en exámenes? Por que hace falta ser valiente para llevarse en préstamo un libro de poemas cuando
se supone que uno debería estar sólo
hincando codos, y también porque ambas cosas son complementarias ¿o es que hay algo menos poético que los exámenes de febrero?
Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Ángel González
¿Y qué hace la poesía en una biblioteca universitaria? Ocupar poco lugar, la verdad. En la biblioteca universitaria es donde el saber sí que ocupa lugar: cientos de metros lineales de estanterías repletos de sesudos estudios monográficos, sobados manuales básicos, crípticas revistas académicas especializadas... un poco de literatura para el ocio, y de ella, muy poquita poesía. Pero de entre la poesía que encontramos, hemos seleccionado unos ejemplos (¡algunos ya han salido en préstamo!)
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Vicente AleixandreHaced caso a mi buen consejo, no rechacéis esta copa.
La brisa de primavera viene echándonos sus sonrisas.
Ciruelo y melocotonero, como viejos conocidos,
van combándose hacia nosotros y mostrándonos sus flores.
Li BaiLo no moroso al toque
el consonar a qué la sexta nota
los hubieron posesos
los sofocos del bis a bis acoplo de sorbentes subósculos
los erosismos dérmicos
los espiribuceos (...)
Oliverio GirondoYo estaba en el medio
giraban las otras en corro,
y yo era el centro.
Agustín García CalvoFlores, parientes al fin de manos que ordenan,
(manos de muchachas de antaño y de ahora),
sobre la mesa, a menudo, del jardín extendidas,
exhaustas y heridas suavemente
Rainer María RilkeSola, aviejada y con el perro
nublaba mis ojos de llanto.
Su memorial de amor era el chucho;
como el diploma de su amparo.
Rafael Cansinos AssensMe llevaron a la catequesis dominical
de Spoon River,
y trataron de hacerme abandonar a Confucio por Jesús.
No podría haberme ido peor
si yo hubiera tratado de hacerles abandonar a Jesús por Confucio.
Edgar Lee MastersPuedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Pablo NerudaRevelación del alma que es el cuerpo,
la fuente del dolor y de la vida,
inmortalizador cuerpo del Hombre,
carne que se hace idea ante los ojos (...)
Miguel de UnamunoEl mediodía tiembla en el aljibe:
tiene el mismo latir que en el alerce
la caudatrémola
antes de alzar el vuelo y perderse en la umbría.
Carlos MurcianoEres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves las rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Antonio GamonedaYo entiendo poco de dioses, pero me parece
que el río es un dios fuerte y pardo: huraño, indómito
y adusto; paciente hasta cierto punto, admitido
al principio como frontera; útil
y desleal como vehículo de comercio (...)
T.S. EliotCon tu rostro lampiño
me mirabas por el retrovisor,
y era tu raza sonriente
de pobladas pestañas curvas (...)
Antonio GalaLa mujer gorda venía delante
arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores.
Federico García LorcaGritó la voz desde lo negro, vino
después pudriéndose en la luz, ya cerca
del marítimo azar visionario.
J.M. Caballero Bonalddebes ir una tarde de domingo,
cuando Venecia muere un poco menos,
a pesar de los niños solitarios,
del rosado enfermizo de los muros (...)
Antonio ColinasRosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Miguel HernándezJardines de mi infancia
de clara luz, que ya me enturbia el tiempo,
con lluvias de... con el milagro
brillad, jardines, de los ojos nuevos.
Antonio MachadoDispongo aquí unos grupos de palabras.
No aspiro únicamente
a decorar con inservibles gestos
el yerto mausoleo de los días
idos, abandonados para siempre como
las salas de un confuso palacio que fue nuestro,
al que ya nunca volveremos.
Ángel González